La película sueca “Aprender a soltar” (título original: Släpp taget) ha capturado la atención de jóvenes y adultos en Netflix al mostrar, sin adornos ni sensacionalismo, la realidad de una familia en crisis. Dirigida, escrita y protagonizada por Josephine Bornebusch, la cinta sigue los días de Stella, una madre que se divide entre las demandas de sus hijos y la desconexión emocional de su esposo, Gustav. Lo que podría parecer otra historia sobre matrimonios desgastados, aquí se convierte en una radiografía sincera de lo difícil que puede volverse la convivencia y el perdón en la familia actual.
El viaje: De la ruptura a la esperanza
Cuando Stella recibe la noticia de su enfermedad, decide convertir la competencia de pole dance de su hija en una excusa para unir a la familia en un peculiar viaje. Cada kilómetro es una oportunidad para sanar heridas, enfrentar verdades y redescubrir la importancia de la presencia y el diálogo auténtico. En el trayecto, Gustav y los hijos viven desafíos que dejan al descubierto errores, carencias emocionales y roles desgastados, pero también abren espacio a la reconciliación.
Temas clave: Comunicación, rol familiar y soltar el control
Lejos de idealizar la vida familiar, Aprender a soltar plantea preguntas sobre el control, el exceso de responsabilidades y el reto de dejar a otros —padre, madre, hijos— ocupar su lugar en el hogar. El filme muestra cómo la falta de diálogo puede desconectar a los miembros de una familia y cómo la reconciliación solo es posible cuando se reconocen errores, se pide perdón y se aprende a ceder lo que no nos corresponde llevar.
Esta realidad toca fibras desde una mirada honesta y empática: el peso desproporcionado en la madre, la ausencia emocional del padre y el llamado a todos para reconstruir los lazos que los sostienen, encajando con situaciones que viven muchas familias cristianas hoy en día —donde el perdón, la humildad y la búsqueda de unidad no son solo ideales, sino tareas diarias.
Spoiler Alert (si no las has visto, no sigas leyendo)
El desenlace: Perder para ganar
El final de la película es agridulce. Al confesar a su familia su enfermedad, Stella deja a Gustav y a los hijos la tarea de cuidarse y valorarse mutuamente. Su muerte no significa derrota; al contrario, es el comienzo de una familia finalmente unida por el esfuerzo y la responsabilidad mutua. El mensaje resalta la importancia de soltar el control para dar paso a una vida más plena y auténtica, donde cada miembro asume su responsabilidad con amor.
Aprender a soltar es más que un drama familiar; es una invitación a sanar relaciones, a practicar el perdón y a buscar la unidad en medio de las diferencias. La cinta refleja el llamado bíblico a amar sin condiciones y a reconocer nuestra fragilidad, pero también nuestra capacidad de reconstrucción. Nos recuerda que no estamos solos en nuestras luchas y que siempre hay espacio para el reencuentro y la gracia.


