La sexualidad en el cine ha sido históricamente un terreno de tensión entre lo explícito y lo simbólico, entre la provocación y la contemplación. En el arte cristiano, esta tensión se transforma en una oportunidad teológica: no para evadir el cuerpo, sino para redimirlo. La encarnación (Juan 1:14) nos recuerda que Dios se hizo cuerpo vulnerable, herido y relatable. Por tanto, el cine en manos cristianas no puede reducirse a una lección moral, sino que debe encarnar el misterio, incluso en lo sexual.
El cuerpo como símbolo: más allá de lo explícito
La desnudez y el erotismo no son en sí mismo pecaminosos. Dios creó el cuerpo “muy bueno” (Génesis 1:31), y el Cantar de los Cantares celebra la sexualidad matrimonial como eco del amor divino. Sin embargo, el arte cristiano debe evitar la lujuria (Mateo 5:27-28) y representar la fragilidad humana como espejo de la caída (Génesis 3:7). Esto implica que las escenas explícitas, para el espectador deben ser discernidas, puesto que no todo contenido es apto para todos, pero tampoco, se necesita efectuar censura automática, además de este discernimiento, es que debemos evaluar su posterior imitación en el quehacer creativo.
En este sentido, la película Happening o El Acontecimiento en español, dirigida por Audrey Diwan plantea un dilema profundo. La historia de una joven que enfrenta sola un embarazo no deseado conmueve por su realismo y crudeza. Las escenas explicitas, aunque contextualizadas, interpelar al autor cristiano: ¿es necesario replicar esa forma visual para transmitir el dolor y la injusticia? Desde una mirada cristológica, la respuesta no está en la literalidad, sino en la tipología: las sombras que apuntan a la redención. El fuera de cuadro, puede ser mas poderoso que la exposición directa, porque convierte al espectador en participante activo del misterio. Así el autor cristiano puede abordar el sufrimiento sin caer en el tropiezo (Romanos 14:13), priorizando la santidad (1 Tesalonicenses 4:3-5).
El horror como espejo redentor
El subgénero del body horror, como en la Sustancia de Coralie Fargeat, revela la fragilidad humana en un mundo industrializado que exige aceptación a cualquier costo. La desnudez en esta película no es gratuita, pero sí invasiva, lo que lleva a preguntarse si era realmente necesaria. Desde la gracia común (Génesis 9:8-17), el arte secular puede contener belleza y verdad incluso en lo grotesco. Juan Calvino reconoce que Dios distribuye dones a no creyentes para el bien común, permitiendo el dialogo sin sincretismos.

Así, el autor cristiano puede usar el horror para denunciar la idolatría del cuerpo perfecto y anunciar la redención. El cuerpo deformado, rechazado, puede ser símbolo de lo caído que anhela restauración. El arte cristiano no debe huir del dolor, sino dolerse con lo humano (Filipenses 4:8), mostrando que incluso en lo más roto hay posibilidad de gracia. Pero esto exige una estética que no excite, sino que interceda. El arte debe ser oración, no espectáculo.
El dilema de la explicitud: ¿hasta dónde mostrar?
Anora de Sean Baker me plantea un dilema existencial ya que el director de esta obra funge de director, editor y guionista, oficios que también ejerzo. La propuesta neorrealista conmueve, especialmente en su escena final, pero las escenas explicitas son las que me generan ruido. ¿es necesario ser tan directo para conmover? ¿puede la mirada cristológica lograr el mismo impacto sin mostrarlo todo?

La respuesta posiblemente este en la segmentación del publico y en la disposición espiritual. Jesús hablaba en parábolas a un publico genérico, pero la revelación dependía de la relación con la fe (Mateo 13:10-17). Así, el autor cristiano puede tener obras para públicos específicos, sin caer en el literalismo que confunde lo explicito con lo profundo. Aun en la segmentación, el erotismo debe ser una sombra de la redención (Hebreos 10:1), no imitación del pecado. Esto plantea una pregunta ¿el cuerpo desnudo puede ser expuesto sin generar lascivia?
El deseo sugerido: estética sin invasión
Nine de Rob Marshall, ofrece una alternativa estética: hablar del deseo sexual sin ser explicito. El musical sugiere, insinúa, pero no invade. El tema está presente, pero tratado con elegancia. Desde la mirada cristológica, esta puede ser una referencia válida. El arte erótico que celebra la dignidad humana, como el cuerpo desnudo en la Capilla Sixtina, puede encarnar la belleza divina sin lascivia. El catolicismo distingue entre el erotismo y la pornografía (Catecismo 2354), y en la reforma lo que se propone es que el arte glorifique a Dios (1 Corintios 10:31) sin excitar.

El autor cristiano puede inspirarse de cierta forma en Nine para mostrar el deseo como necesidad de redención, como anhelo de plenitud. El arte no debe ser motivo de escape rutinal ni idolátrico, sino anticipo escatológico (Apocalipsis 21:1-4). El placer sensual puede integrarse con la gloria divina en el cine, pero en forma de oración intercesora.
El pacto y la redención: Nosferatu como símbolo
Nosferatu de Robert Eggers, permite un análisis profundo desde la teología del pacto. El deseo sexual se presenta como símbolo, como eco de la gracia divina. El vampiro, figura del deseo desordenado, puede ser leído como metáfora del pecado que busca redención. De esta forma, el cine puede usar el mito para anunciar el Reino, como Pablo con el dios desconocido (Hechos 17:23).
El autor cristiano puede abordar el terror y el erotismo como espacio de revelación, no para imitar ciegamente la cultura secular, sino para redimirla. El arte debe discipular, más allá de entretener. Debe anunciar esperanza, no ensalzar el pecado. Esto exige una mirada profética que incomode 8Amos 5:24), que transforme el cine en espejo de la gloria divina.

La mirada de Cristo
La sexualidad y el erotismo en el cine no son opuestos a la fe, sino oportunidades para encarnar la fragilidad, apuntar a la redención y contemplar la gracia. El creyente puede crear arte en todo el sentido de la palabra, pero con la motivación correcta: interceder, discipular y anunciar el Reino. Nuestra mirada debe ser la de Cristo: no huye de los temas complejos, pero los enfrenta con compasión y diseño original. El arte cristiano se renueva cuando deja de ser moralista y se convierte en símbolo, cuando deja de ser literal y se transforma en misterio.
Así, el autor cristiano puede inspirarse de ciertas propuestas que aborden la sexualidad, pero no para replicar sus escenas, sino para discernir sus símbolos. El actor es formado en la interpretación desde la idea de ser objeto, un instrumento que por un determinado tiempo confía en el autor, el cual lo guiará y expondrá su ser en una obra. En ese sentido en las manos del director esta la dignidad del actor.
El cine puede ser crudo, pero también contemplativo. Puede dolerse con lo humano sin perder la santidad. Puede hablar del deseo sin ser explicito. Puede mostrar el cuerpo sin caer en la lujuria. Puede anunciar la redención sin negar la fragilidad. Porque el arte, como la fe, es sombra de lo que ha de venir: un anticipo de la nueva creación.
Bibliografía para consulta:
- Agustín de Hipona. (397). Confesiones.
- Agustín de Hipona. (426). La ciudad de Dios.
- Berleant, A. (1991). Art and Engagement. Temple University Press.
- Calvino, J. (1536). Institución de la religión cristiana. (Edición consultada: 2.2.15 y 2.2.17).
- Calvino, J. (Comentario sobre Génesis).
- Catecismo de la Iglesia Católica. (1992). Catecismo de la Iglesia Católica. Libreria Editrice Vaticana.
- Currid, J. D. (2013). Against the Gods: The Polemical Theology of the Old Testament. Crossway.
- Lutero, M. (1567). Table Talk. 154


