Thérèse de Lisieux, conocida también como Santa Teresa del Niño Jesús, nació el 2 de enero de 1873 en Alençon, Francia. Fue la menor de nueve hijos en una familia profundamente cristiana, donde sus padres, Louis y Zélie Martin, fomentaron un ambiente de fe y amor. A pesar de la pérdida de su madre a la edad de cuatro años, Thérèse creció en un hogar lleno de valores espirituales.
Desde temprana edad, mostró una fuerte vocación religiosa y a los 15 años ingresó al Carmelo de Lisieux, siguiendo los pasos de sus hermanas. Su vida en el convento estuvo marcada por una profunda espiritualidad y un enfoque en lo que ella llamó el “caminito”, un camino de humildes actos de amor hacia Dios y los demás. Thérèse creía que no era necesario realizar grandes obras para ser santa; en cambio, enfatizaba la importancia de las pequeñas acciones diarias.
Su obra más conocida, “Historia de un alma”, es una autobiografía espiritual que detalla su vida y su relación con Dios. Publicada póstumamente en 1898, este libro ha inspirado a millones y se ha convertido en un clásico de la literatura espiritual. En él, Thérèse expresa su deseo de ser un “florero” que esparce rosas, simbolizando su promesa de interceder por los demás desde el cielo.
Thérèse falleció el 30 de septiembre de 1897 a la edad de 24 años, víctima de tuberculosis. Su funeral fue modesto, pero su legado ha crecido enormemente desde entonces. Fue canonizada en 1925 y proclamada Doctora de la Iglesia en 1997 por el Papa Juan Pablo II, convirtiéndose en una figura central en la espiritualidad católica contemporánea.
Su festividad se celebra el 1 de octubre y es considerada la patrona de las misiones y aviadores. Thérèse es recordada como “la pequeña flor”, un símbolo del amor sencillo y profundo hacia Dios que puede florecer incluso en las circunstancias más humildes. Su vida y enseñanzas continúan inspirando a personas alrededor del mundo a vivir con fe y amor en lo cotidiano.