La soledad que duele es un enemigo silencioso, y destructor. Se oculta y ataca desde las sombras en el momento más impensado. Es melancolía, es tristeza en el alma que sale por los poros, deforma la cara, y entristece los ojos.
La soledad que duele, una vez que se afincó en una persona, no se ahuyenta rodeándose intencionalmente de gente, o sumergiéndose en una vorágine de actividades, y mucho menos con el alcohol, las drogas, o compañías eventuales. La soledad que duele puede ser física, emocional, espiritual y hasta virtual. Hay soledad en la vejez, pero la hay también en la juventud.
Duele en la falta de pareja, en el abandono, en la viudez y en la soltería. Duele por las noches, y los domingos por la tarde. Duele, aunque se oculte detrás de éxitos eventuales. Duele y dolerá hasta encontrar la conexión por donde fluye la compañía perfecta, la “pieza faltante” en la vida que cambia el entorno, pero lo hace desde el individuo. La pieza faltante que completa el alma, cubre el dolor y lo deshace.
En este libro revelaremos cada área de la soledad que duele, y la aislaremos, tratándola desde la perspectiva bíblica con el auxilio del Espíritu Santo, hasta que desaparezca.