El hombre fue establecido por Dios como líder de la familia. Es el sacerdote del hogar. A él le cabe la responsabilidad de educar a los hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Lamentablemente, muchos hombres han sido negligentes con respecto a este sublime privilegio y gran responsabilidad. Muchos lo han omitido. Otros le han delegado a la esposa esa tarea de consecuencias eternas. No podemos volvernos cobardes. Esta es nuestra incumbencia. Tenemos que levantarnos y actuar. Hombres de oración llama a los hombres, especialmente padres, a levantarse como intercesores, y a asumir de hecho la responsabilidad que le fue dada para el hogar y la sociedad.